Por: Leonardo Bastida Aguilar, Jefe de Información Agencia Notiese. Con autorización expresa del medio, nos permitimos reproducir de manera íntegra el texto “Unión global: la respuesta
al VIH” aparecido en la revista Letraese del diario La Jornada
LaSalud.mx.- La resiliencia es la capacidad que pueden tener las personas para recuperarse de adversidades, de intentar volver a un estado inicial antes de un hecho que haya provocado alguna perturbación. Es una habilidad para afrontar de manera exitosa a las adversidades o procesos dinámicos en los que interaccionan factores internos o externos, a fin de propiciar mecanismos de adaptación positiva para superar las exposiciones de riesgo y la vulnerabilidad.
Uno de los mejores ejemplos de resiliencia en la historia de la humanidad son los movimientos de respuesta al VIH, que en 40 años han logrado pasar de la muerte a causa del virus a vivir con el VIH y a prosperar y avanzar a pesar del VIH, advirtió la socióloga, especializada en temas de salud Celeste Watkins, de la Universidad del Noroeste, durante su participación plenaria en la 23va Conferencia Internacional sobre Sida, celebrada de manera
virtual del 6 al 10 de julio.
Sin embargo, aún hay pendientes por saldar para lograr que el VIH sea erradicado del planeta, pues hay 37.9 millones de personas que viven con el virus. Si bien se estableció como meta global que en 2020, 90 por ciento de las personas con VIH conocieran su estatus serológico, actualmente, sólo 79 por ciento lo sabe. De igual manera, se había dicho que 90 por ciento de las personas que conocieran su estatus debería tomar medicamento, pero hoy en día, sólo tres de cada cinco lo hace, y de ese 90 por ciento que toma terapia antirretroviral, 90 por ciento debería haber suprimido su carga viral, sin embargo, hasta el momento, sólo 53 por ciento lo ha logrado.
Ante la pregunta sobre cuáles son las causas por las que estas metas no se han cumplido, Watkins consideró que se deben tomar en cuenta y comprender la gran cantidad de inequidades y factores sociales existentes, representantes de barreras estructurales difíciles de sortear, para poder saber a quiénes no están llegando los beneficios de la ciencia y de las políticas públicas.
Por lo tanto, aseguró que de ahora en adelante, en la respuesta al VIH, no debe quedarse de lado una premisa fundamental: hay personas que de facto por su género, su clase, su raza, su orientación sexual suelen estar desprotegidas, reduciéndose sus posibilidades de protección y aumentándose las de riesgo.
“La inequidad social también puede provocar heridas y afectaciones en las personas, y muchas veces, no nos damos cuenta de ello”, aseveró
En una epidemia como la del VIH, que interconecta aspectos como la sexualidad, el contexto cultural y la condición socioeconómica, no se pueden perder de vista estos factores para trazar una estrategia efectiva de respuesta a la emergencia.
El género como factor
Desagregar los datos sobre VIH por sexo y edad es importante, pero hay otra información que es determinante y no está en las estadísticas, indicó Lucy Wanjiku, activista keniana e impulsora de redes comunitarias juveniles, al recordar que en África Subsahariana, 60 por ciento de las nuevas infecciones se dan en mujeres y esto no está presente en el diseño de políticas públicas ni en las agendas de muchos países. Por esa razón, durante su participación en el encuentro global, hizo un llamado para que haya una “revolución de datos” en la que se tomen en cuenta otros aspectos como las condiciones de vida, el acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva, el uso de métodos anticonceptivos, la discriminación que padecen las mujeres violentadas sexualmente, entre otros, que podrían ayudar a explicar el por qué las mujeres se infectan de VIH.
La activista, quien ha compartido en múltiples ocasiones su historia sobre la pérdida de su hijo a los 21 años y el conocimiento de su estado serológico a la par, mencionó que incluir a la igualdad de género en la respuesta al VIH implica tomar en cuenta la existencia del sexismo, el racismo, la discriminación, las violencias motivadas por el género, una gran oleada de movimientos en contra de los derechos sexuales y reproductivos y la pobreza, todos estos influyentes en la autonomía de las mujeres.
Por otra parte, consideró que la respuesta al VIH será incompleta si no se incorpora a las mujeres a las investigaciones científicas, a la defensa de los derechos humanos y a muchos otros ámbitos donde se pueden aprovechar sus experiencias de vida y su propia visión sobre las diversas problemáticas alrededor del tema para darles una solución más eficaz mediante una perspectiva adecuada.
Conocer el racismo
En los últimos meses, el tema de la discriminación motivada por la raza de las personas ha sido abordado en múltiples espacios públicos y el ámbito del VIH no es la excepción. Durante la conferencia se presentaron algunos póster y ponencias en los que el tema del racismo es relevante para comprender la vulnerabilidad de ciertos sectores de la población a nuevas
infecciones del virus.
Se mencionaron ejemplos como la importancia de evitar que en servicios de salud de Los Ángeles donde se atienden hombres afroamericanos que tienen sexo con otros hombres ocurran actos de discriminación por el color de piel, o el hecho de que en lugares como Río de Janeiro existe un comprobado acoso policial hacia las mujeres trans, sobre todo las afrodescendientes que suelen vivir en zonas marginales, lo que conjunta el menoscabo de derechos por cuestiones asociadas al color de piel y a la condición socioeconómica.
Una muestra aplicada en territorio estadounidense, realizada por investigadores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Rutgers, mostró que las integrantes de las poblaciones LGBT pertenecientes a minorías raciales son más susceptibles a presentar ansiedad, alto consumo
de alcohol y menos apegados a la aplicación de pruebas de VIH.
Por esas razones, Watkins urgió a incorporar la interseccionalidad en la respuesta al VIH, un marco teórico que permite entender cómo diferentes
aspectos de la persona o de los grupos como la raza, el género, las creencias religiosas, las condiciones de salud, la clase socioeconómica o las prácticas sexuales, se combinan para generar entornos de discriminación y de exclusión como el machismo, la homofobia, la transfobia, la xenofobia, el racismo, la misoginia, o también situaciones de privilegio, como las que se
viven a partir de la masculinidad o la blancura de la piel.
Las batallas legales a favor del reconocimiento de los derechos de las personas con VIH aún son una constante en diversas partes del mundo, desde la no criminalización de las personas que viven con el virus hasta el respeto de los derechos de trabajadoras y trabajadores sexuales.
Covid-19, un reto emergente
El propio vivir con VIH se ha convertido en una situación de vulnerabilidad en medio de la pandemia de COVID-19, no sólo porque un sistema inmunodeprimido es factor de riesgo a una infección de SARS-Cov-2, sino por falta de recursos en muchos rincones del globo terrestre para poder mantener el acceso a tratamientos antirretrovirales.
En el marco de esta conferencia, la Sociedad Internacional de Sida, anfitriona del evento global, presentó el informe COVID-19
y VIH. Una historia de dos pandemias, en el que se advierte que la emergencia sanitaria ha propiciado tres escenarios. El primero de ellos es el desabasto de medicamentos antirretrovirales, exámenes de CD4 o cargas virales en varios países del mundo.
El documento indica que en América Latina, en 29 naciones, 70 por ciento de las personas que viven con VIH no cuentan con los medicamentos suficientes para los próximos meses y 37 por ciento presentaba algún impedimento para acceder a servicios de consulta remota o alguna otra medida implementada.
En un segundo escenario se ha observado un impacto económico individual ante la pérdida de empleos, situación que acrecienta la vulnerabilidad de quienes integran las poblaciones LGBTTTIQ, debido a la dificultad de volver a encontrar empleo y una fragilidad judicial debido a la propuesta de muchos gobiernos de sancionar penalmente a quienes puedan transmitir alguna enfermedad.
En un tercer panorama, el documento advierte sobre la fragilidad
de los sistemas de salud y las cadenas de suministros para dar
respuesta a las necesidades generales, pero también a las específicas de las personas con VIH, como la falta de personal médico, que fue trasladado a las áreas de atención de COVID-19, dejando sin especialistas a las de VIH.
Derechos humanos
Las batallas legales a favor del reconocimiento de los derechos de las personas con VIH aún son una constante en diversas partes del mundo. El Foro Regional de Jueces de África urgió a incorporar las evidencias científicas en las ciencias jurídicas para evitar más procesos legales por presunta transmisión del virus.
La Comisión Sudafricana de Derechos Humanos, por su parte, visibilizó la situación de elementos de las Fuerzas de Defensa Nacional de Sudáfrica discriminados por su estado serológico.
También se hizo énfasis en temas como la descriminalización del trabajo sexual a fin de reducir las prácticas de riesgo, no sólo sexuales, sino también de violencia, de quienes lo ejercen. O la protección de datos biométricos, que a diferencia de otro tipo de datos, no pueden mantenerse en total confidencialidad, que requiere de la incorporación del personal de salud y personas con VIH, como lo impulsa la Red Socios en Salud, con presencia en 10 países, incluido México.
La defensa de derechos humanos requiere de fondos económicos, e iniciativas como las del Fondo Global han propiciado la creación de programas para contribuir a reducir el estigma y la discriminación, sensibilizar a proveedores de salud y abogados, disminuir la inequidad de género y la violencia, impulsar la creación de servicios legales e impulsar cambios en la materia. Sin embargo, éstas requieren de aún más apoyos, y en todos los rincones del planeta.
Más datos sociales
Una vez que se detecta una infección por VIH aún resta el reto de
lograr que las personas ingresen a los servicios de salud y mantengan un buen cuidado. Al respecto, un grupo interdisciplinario de investigadores de Australia, África y Estados Unidos resaltaron la necesidad de tomar en cuenta los determinantes sociales.
Algunos elementos a considerar son el género y las normas culturales, la seguridad alimentaria, la pobreza, la actividad laboral, las relaciones de poder, la influencia familiar, el acceso a la salud, la relación con el personal de salud, a fin de que continúen en contacto con los servicios de salud y retenerlos para que inicien sus tratamientos, y así evitar que, como ocurre con la estrategias vigentes, se pierdan casos.
Para los investigadores, en este reto es indispensable el papel de las organizaciones de la sociedad civil y de otras agrupaciones que pueden ayudar a las personas con VIH a entender su nueva condición de vida, a facilitar las interacciones sociales y la toma de decisiones sobre sus tratamientos y otros ámbitos de sus vidas, para después, replicar sus experiencias, y propiciar la resiliencia.
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